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La asfixia en la ciudad

  • elocasodeana
  • 10 mar 2017
  • 1 Min. de lectura

Brilla el sol por la ventana

y yo aquí,

entre cuatro paredes

encerrada.

Una asfixia sin dolor,

ni salsa

ni picazón.

Un día más,

he perdido el olor del día.

Si hoy no he sentido

el roce del sol

sobre mi tez,

no he sentido la alegría de la vida.

Hoy.

Al salir de aquí

la nube negra

cubrirá

los suelos de asfalto

¿dónde están las estrellas?

La ciudad no me deja

ver las constelaciones bellas,

solo el campo

de eléctricas luciérnagas.

Así es la vida

en la ciudad.

Campo civilizado y ordenado

en el que reina el caos

y el esfuerzo se mide en

los precios de Hacendado.

Pero yo quiero salir,

correr desnuda

bajo la lluvia

por los campos,

siendo las gotas la única música

que oiga a mi paso.

Oler la tierra mojada,

el murmullo del viento junto a un árbol.

Dejarlo todo allí,

en la ciudad,

los prejuicios y la falsedad.

Y tan solo, contemplar.

Mirar y observar.

Esta es mi única certeza.

Mi única realidad.

Nuevas construcciones en la zona de Messe Prater, Viena.

 
 
 

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