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Hombre de piel curtida

  • elocasodeana
  • 29 sept 2017
  • 2 Min. de lectura

El hombre de piel curtida,

el cual en años ya había entrado,

solía ir cada día

después de su jornada

a lo alto de la cima

a observar la puesta de sol,

añorando siempre los sueños

que con el paso de los años olvidó.

De amanecer a atardecer

solía jugar de niño con ese tren.

No sabía la vida después alcanzaría.

Qué lejos todo eso quedó.

Muchas decisiones

aquí me trajeron,

nunca pensé que acabaría tan lejos.

Suspira con dolor

y la mano en el corazón.

Una vez fue inocente

y nunca se sintió más libre.

Tuvo un amor,

una crisis y continuó.

Siempre amarrado a la creación,

un cobijo encontró

desde el susurro del deseo

lo convertía en forma real.

Leía y oía mucho

sobre otras tierras muy lejanas,

las cuales nunca pisó.

Activos sus sentidos

sentía la brisa,

se perdía en su letanía de

besos y caricias,

en las de aquel

que aún hoy

le hacía balbucear maravillas.

Aquella nunca fue la ciudad que él buscó

pero se le ofreció un contrato

que en su día aceptó.

Y de pronto,

encadenado se vio

a la velocidad de la vida.

Tanto, que el tren olvidó,

con el cual de niño se divertía.

En su lugar, con un bote navegó

y en muchos puertos

perdió su ser,

evolucionó hasta tal punto

que olvidó su hogar,

perdió la sed.

Y comenzó el empache a horas perdidas.

Rabia y desconsuelo llamaban a la puerta

por olvidarse del niño que habitaba en su piel.

Lo que más le entristecía era

probar lo que pensó que le gustaría,

que realmente así no fue.

Malgastó un pedazo de su valioso tiempo,

lo cuentan las arrugas en su piel.

Mucho él aprendió,

para quien lo quiera saber

lo mencionaré.

Palabras sobran en este reino aturdido,

algunas definen las vidas de nuestros hermanos,

lo tuyo y lo mío.

Brindemos por los silencios

de las noches en vela.

Brindemos por los gritos

seguidos del roce de los cuerpos.

Cuando el barco quiebre en la mar,

solo habrá vacío

en la infinita nada.

En cada amanecer

un nuevo niño nace,

en cada atardecer mis adversidades

al viento le cuento

para que enseñe al recién nacido.

Se consciente del arte que derramas

y se escapa por tus dedos,

que fluye por tu boca

y busca La Luz que viaja

como la del atardecer,

corriendo por tus venas

y a cada atardecer se recrea.

Aquí vengo cada día

para ver la puesta de sol.

Este es el único cobijo

que sabe todo lo que podría cambiar.

Mirando atrás recuerdo

que una vez viví incandescente

y el brillo de mis ojos era permanente.

De repente,

me encuentro en el atardecer de mi vida,

mi vida es com el ocaso del día.

Y el hombre de piel curtida

en el ocaso de su vida

se sentía en concordancia

con el momento del día

en el que trababa de explicar

lo inexplicable y subyacente,

lo real y lo paranormal.

La razón de las decisiones de su vida

La razón por la que continuar.

Atardecer en playas de Almería


 
 
 

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